Hubo un día en el que El Marqués de Bonteparte, ofendido por la partuza desmedida a su alrededor (y creo que, más que nada, por no verse participante), decidió abrir las rejas que rodean el predio loqueril (?), y buscar un bote para, literalmente, tomarse el palo.
El Moguito de la Esquina, que aunque no se vaya a creer, tiene un gran corazón (y un estómago gigante también), salió detrás del huidizo Marqués, bajo el grito de: "Si va al quiosco, tráigame unos cubanitos de dulce de leche!!!"... también le gritó "No se vaya!", pero con menos insistencia, pues, se sabe, los cubanitos son más aprovechables para el Moguito que el Marqués.
Yo, en cambio, los miré por el ventanal mientras pintaba con mi pie izquierdo un cuadro imitación de Dalí y tejía unas polainas para el Moguito (que ahora se le dió por las clases de Breack Dance). Fue en ese momento que reflexioné: capáz que el Marqués tiene razón.
Tal vez el Moguito, María Dos Santos y Yo no somos racionales, y las orgías son innsanas, envenenan el alma y pervierten nuestras cabezas alocadas.
Pero después me tomé una copa de vinito patero hecho en casa, y recapacité: "No, no tiene razón", y la fiesta me volvió al cuerpo, y largué la pintura a pie para gritarles a mis locos amigos por la ventana: "Marqués!, Moguito!, ¿se prenden en un teat at teat?"... y aunque no entendieron un corno, se prendieron igual (creo que entendieron algo de teta, se calentaron, y volvieron sin más).
Nos dimos cuenta que el Marqués necesita ser incluído, y ser apoyado ampleamente. Desde ahora lo apoyamos... de atrás y de adelante.
También agujereamos el bote de la isla por las dudas intente una nueva huída: sería muy gracioso verlo pidiendo rescate, y una buena oportunidad para cumplir el sueño de mi vida: calzarme la maya roja y jugar a Baywatch.