Delireo Epistuliar

Excelentísimo Señor Administrador:

Me veo obligado a escribirle esta misiva, para mencionarle que este hospicio, navega a la deriva, como Antonieta cuando se toma sus birras. Como Usted sabrá, nada tengo yo que ver en tal asunto, pues yo soy todo un aristocrático europeo… (espéreme un rato, que me meo).

Ya volví, sigo con lo que decía… ¿qué decía? ¡Ah, ya, ya! Le mencionaba que soy descendiente directo de la familia Bourbon - Orleans y del Gran Napoleón Bonaparte (ni la historia conoce de esa mezcla, aunque aclaro que, no por eso, me estoy mandando la parte). Usted sabe que cuando mis antepasados llegaron a estas tierras, me cambiaron el apellido por “Bonteparte”. Según dicen las malas lenguas, se debió a que el de la Aduana hacía uso y abuso de su pluma, con la descocada de la bisabuela, que tuvo hijos con todos los que la pillaban en el descampado de la escuela.

Por mi sangre azul, y mi título de noble, déjeme decirle que me parece inaceptable convivir entre la mugre de letrina (léase María Antonieta y Moguito de la Esquina). La susodicha, anda gritando todo el día que se le escapan las *etas. La otra vez, se quiso hacer la gentil y quiso convidarme vino. Aclaró que era patero, pero yo ya me había dado cuenta por que más que a alcohol o a uvas, eso tenía olor a los botines que usados por Cubero. Es que esa mujer desconoce el uso del jabón y, con sus flatos, a todos nos impregna el mal olor. Ahora se le ha dado por andar hablando de Ana, la acusa de meretriz, pero ella es peor, pues no se acerca nunca a ninguna palangana. Por otro lado, creo que el problema de Antonieta, no es sólo la falta la peineta, sino que anda celosa de la pobre Ana que tiene mejores estetas. Pero los celos son, por que doña Antonieta, disfruta de comer del turrón que le da el Moguito, pero a veces cambia de gustos e incursiona en flor de torta, de aquella a la que llama “la monja”.

En cuanto al Moguito de la Esquina, es un sujeto extremadamente agresivo, con mal tino y nauseabundo olor a chivo. Anda tirando soretes por el aire mientras recibe flor de apriete; y, en vez de alcohol, a las uvas las baña en somnífero éter. Pero de eso sujeto, lo que más me ha molestado, son sus eructos desaforados.

Temo por lo que traman ambos individuos, pues me miran con cara extraña; y cuando les pregunté el por qué de sus gestos, el Moguito se tomó sus partes y gritó “¡¿porqué no me agarra esto?!”

Y si todo esto le parece poco, sepa que el Moguito, Antonieta y Ana, se encierran en la habitación para armar flor de jarana; y se escuchan féminas voces gritando “¡mi fruta preferida es la banana!”

Sin más que decirle, se despide éste Marqués, deseando que a dichas fiestas me inviten, aunque sea sólo una vez al mes. Pues yo seré aristocrático, pero no soy nada antipático y, con tanta soltería, en el autoerotismo me he vuelto demasiado práctico.

Marqués de Bonteparte, vení que voy a darte.